lunes, 17 de noviembre de 2008

A veces no se quiere amar... A nadie.

Amor de la tercera.
(Miércoles, 29 de octubre, 2008)

-Cuando el blanco fulgor de la mañana iluminó en sedoso destello, las blancas sábanas dejaron entrever el dulce cuerpo de una pálida fémina, sus níveos brazos abrazaban la almohada ahogada por la presión de sus lánguidos dedos .
Aterida, torció la cabeza y alcanzó a ver el sonrosado rostro de un joven de rojo y rizado cabello, tornó la cabeza hacia la almohada intentando no llorar, había venido otra vez, su corazón estaba exhausto por la tantas veces que se había roto.
Sabía a lo que venía, se fijó de nuevo y vio en su hombro su vetusto carcaj, de este él se dispuso, como las anteriores veces, a sacar una de sus flechas para atravesar con rojo estrépito el corazón de ella.
Ella imploró a su dulce malhechor que no la destrozara con otro profundo amor pues ya en su cuerpo no había cabida para otro límpido amor.
Cuando él se alejó, ella llorando amarró con sus apergaminadas manos su canoso pelo con una opulenta traba de plata y cubrió sus arrugadas manos con las sábanas donde antes lloró.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Tengo algo que decir...

Antes de escribir lo siguiente tengo que decir que es la primera vez que escribo poesía. No tiene gran virtuosismo pues, además de no saber escribir poesía, la métrica no es muy buena, pero tiene un gran sentido en mi vida.

-Poema I: Mi amor...
(Martes, 28 de octubre, 2008).




-Beso sus carnosos labios,
me acaricia con sus tiernos brazos.
Y ahora corro a la desesperada,
porque no quiero sentir dolor.
Soy un alma descorazonada,
me he quedado sin razón
y siento un horrible rubor,
que me impide articular palabra
Y ahora lloro como alma destrozada
porque siento un terrible dolor.

Elliot GueJi.


sábado, 8 de noviembre de 2008

Trabajo de literatura... Es lo que tiene ser estudiante.

-Carta de amor I.
(Martes, 8 de octubre, 2008)

-Me hallo en el sepulcral silencio de mi lúgubre habitación, taciturno, mirando por la ventana con la vana esperanza de ver tu impoluto cuerpo tras la fría lluvia que ahora choca contra el encorchado alféizar de mi ventana.
Verte anoche me ha creado más dolor que el placer absoluto de aquel breve momento.
Recordando estoy cuando nos sentamos frente a la chimenea con la luz de tan sólo unas cuantas velas, escuchando el crepitar de la madera, sonriendo cual colegial niño frente a ti mi delicioso y dulce helado.
La pasión desbordante de aquella efímera noche produce un consistente nudo en mi garganta que me impide articular palabra.

-He de decirte que nuestro encuentro de ayer a repercutido en mi salud hoy, demasiadas emociones, casi tantas como comida hubo allí.
Ahora, tumbado en mi cama, febril por el cambio de temperatura, pienso en todo lo ocurrido, además de lo de ayer, lo de estos últimos años.
Compartir mi vida contigo ha sido una de las pocas veces en las que he acertado.
Sin suerte en el juego ni amor pleno, contigo he encontrado todo lo que siempre he añorado.

Elliot GueJi.

sábado, 1 de noviembre de 2008

A lo mejor no...

Eterna pasión.
(Viernes, 5 de septiembre, 2008)

El blanco impoluto de su virginal cuerpo sólo se veía dañado por una herida en su muñeca derecha que todavía supuraba roja y caliente sangre.
Él no preguntó que le había ocurrido, sólo se limitó a empezar un sádico juego del que la chica con gusto participó.
Hallábanse sus cuerpos tumbados sobre un blanco diván. El chico cual obediente súbdito besaba los perfectos pies de ella.
Su juego en apariencia inocente iba desterrando cualquier atisbo de ingenuidad de cada recóndito lugar de sus jóvenes mentes, mientras afloraban los más oscuros y primigenios instintos. Parecían disfrutar de aquel peligroso juego. Disfrutaban el uno del otro.
La chica besaba los rosados y carnosos labios del hermoso joven, mientras este la correspondía con tiernas palabras al oído con las que el corazón de ella se desbocaba.
La parsimonia constante que padecía el chico hacía que ella se tranquilizase y esta daba lugar a la parte más romántica de su jovial y apasionado juego.
Todo a su alrededor palidecía. Todo a su alrededor se volvía brillante y se transformaba en dulces nubes que olían a amor y sabían a hermosura.
Al terminar, los dos todavía unidos y fundidos en un tierno abrazo, se miraban, quedando tumbados, suspendidos en un mar de nubes y encontraron allí, en su cielo, el lugar donde permanecer y al fin pertenecer a la eternidad.

Elliot GueJi.