miércoles, 24 de febrero de 2010

Nessuno può sostituire la Callas.

No me acordaba de esta historia, su voz me hizo llorar una vez y aún amargo mi corazón está. La historia, hay que decirlo, es malísima, pero tengo que actualizar el blog. Magnífica persona, maravillosa voz pero nos dejó demasiado pronto para disfrutarla, no la supimos tratar. A mi Casta Diva, Maria Callas, "La soprano".

Crudel! Ho dato tutto a te.
(Lunes, 7 de diciembre, 2009)

Su pecho no respiraba, su voz faltaba, sus fuerzas fallaban, sus pupilas ensangrentadas sólo veían a un desgraciado público. Seguía de pie, casi inmóvil, interpretando la decadencia de su fugaz fama. La época de prensa persecutoria, de
flasheaminetos en la cara, la etérea divinización, el cariño de sus seguidores firmado en contrato no vinculante con tinta demasiado efímera quedó tirado en el patio de butacas omnipresente escuchando la historia que acababa con una muerte. Ella en el escenario siendo juzgada, su cuerpo impertérrito y su mente en otra parte, olvidada en el desván acumulando polvo no pensaba en otra cosa que en dejar aquellos individuos sentados boquiabiertos y retirarse para sufrir en soledad. Abucheos donde antes había aclamaciones es todo lo que oía... ¡Crueles! Mi diva, ¿cómo osáis a privarme de su dulce voz tan pronto? ¡Os ha dado todo! Luego vendrían las condecoraciones y consideraciones, cuando su cuerpo no se movía entre nosotros, luego vendría la enmienda de los mismos que ayer ultrajaban su memoria... Caprichosos quieren su alma para encontrar la redención a través de su espíritu, pero dejó este mundo y no quiso volver. Dio todo, hasta su vida y se fue convertida en polvo.



(Maria Callas canta; Suicidio! de la ópera La Gioconda compuesta por Ponchielli.)
(Maria Callas canta;
O mio babbino caro de la ópera Gianni Schicchi compuesta por Puccini.)

Elliot GueJi.

lunes, 1 de febrero de 2010

Lloviendo sobre mojado...

Lluvia en mi.
(Lunes, 1 de febrero, 2010.)

Afuera llueve, las gotas caen, nubes negras encapotan el cielo, relámpagos lo iluminan y el sonido ensordecedor de los truenos retumba en las vidrieras haciéndolas estremecer ante el temor de quebrarse. Perturbada mi mente trabaja a su máxima potencia lo que es peor pues más ensordecedor que los truenos es el sonido de mi motor biológico de energía, combustiendo todo lo que queda de mi depauperado cuerpo haciendo fallar mis pocas fuerzas.
Afuera llueve, la gotas caen y, a pesar de estar resguardado bajo el agobiante techo de mi rancio castillo, me siento húmedo, mojado, siento que cada gota de las nubes que en el exterior desatan su furia entra en mi cuerpo ahogándolo sin maldito remordimiento. Muero, podrido por la humedad mientras afuera..,
afuera no llueve.

Elliot GueJi.