Quisiera volver de nuevo a ser un pequeño infante, respirar la inocencia perdida con la edad por cada poro de una suave y tersa piel. Vivir sin preocupaciones y con sólo dolor físico al caerme del patín. Dibujar la realidad como la siento y no como la veo, creer que todos quieren ayudarme, que me atusen el pelo cuando hago algo bien, que todos mis problemas se resuelvan dando un beso y un abrazo a mi amigo o simplemente a los cinco minutos de pelear jugar de nuevo a los cromos o a las barbies, cuando nadie te dice con lo que jugar o no porque tu no sabes lo que es el sexismo. Quiero volver a jugar solo, quiero que la limpieza tenga intrínseca un juego en el que cantar “A re-co-ger, a or-de-nar cada cosi-ta en su lu-gar”. Volver a todo aquello en lo que ser rico significa tener dinero para golosinas, en donde lo “repe” lo compartes, donde lo más divertido es que llueva y chapotear como un loco, manchándote lo más posible y sin vergüenza ninguna que te impida pasártelo bien. Volver a las guerras de almohadas, al amor cándido, a coger la mano de un chico o una chica y caminar a su lado sin importar lo que dicen los mayores porque entre peques no existen los cotilleos, ese mundillo en el que las puertas son gigantes y si están cerradas hay otras mucho más importantes abiertas, como las del baño. Ese mundillo de olor a colonia de niño, de raros sonido producidos por pañales y zapatillas con lucecillas. A ese mundo donde todo a pesar de ser mucho más imaginativo es mucho más real.
(Imágen: Yo con solamente 1 mes de nacido, por Nicolasa Jiménez, mi madre.)
Elliot GueJi.