-Correr.
(Martes, 29 de junio, 2008)
Corría como siempre, una de otras tantas veces. Corría porque quería alejarse de sus miedos, miedos que él creaba en su redundante pensamiento.
Corría como siempre, una de otras tantas veces. Corría porque quería alejarse de sus miedos, miedos que él creaba en su redundante pensamiento.
Corría hasta la extenuación pues aquella carretera por la que corría parecía no tener fin. La carretera de la vida, aquella en la que salirse por la tangente estaba prohibido, muy pocos valientes se atrevían, valientes que fueron y son rechazados por los que respetan eso fríos márgenes blancos que dicta la carretera.
Sin sitio a donde ir, sin ropa que ponerse, sin gente a la que acudir, sin cálida casa donde refugiarse de las oscuras bestias de la noche.
Noche de acechanzas, noche de miradas frías, encolerizadas, desafiantes en un punto. Miradas asesinas que al habla matan. Noche en la que se escuchan aquejadas voces en la lejanía, casi imperceptibles pero igualmente lastimeras que si fueran gritadas al mismo oído.
Después el frío aliento de la misma muerte se siente en la nuca y la oscuridad se adueña de la vida.
Aquí es donde acaba esta.
Sin sitio a donde ir, sin ropa que ponerse, sin gente a la que acudir, sin cálida casa donde refugiarse de las oscuras bestias de la noche.
Noche de acechanzas, noche de miradas frías, encolerizadas, desafiantes en un punto. Miradas asesinas que al habla matan. Noche en la que se escuchan aquejadas voces en la lejanía, casi imperceptibles pero igualmente lastimeras que si fueran gritadas al mismo oído.
Después el frío aliento de la misma muerte se siente en la nuca y la oscuridad se adueña de la vida.
Aquí es donde acaba esta.
Elliot GueJi.
No hay comentarios:
Publicar un comentario