(Lunes, 19 de abril, 2010)
Impetuosa tormenta súbita en mi cabeza desataba su pensamiento, el repicar de las grandes gotas como jamás antes vi enmudecía el mundo, las nubes ensombrecían aquel azul cielo antes estrellado, si estaba oscuro más oscuro aún quedó. Truenos y centellas, también irascibles rayos que con furia resquebraja mi cuerpo. El viento fiero y oculto bamboleaba mi enjuto cuerpo a su gusto y con ficticias cadenas ataba mis manos y pies. El frío me abrazaba en un intento de consolarme mas sólo consiguió dejar mis labios violáceos y hacerme tiritar. La arena se infiltró en cada rincón de mi casta piel, allanó mi ser buscando mis secretos más inconfesables, se aunó con el agua traicionera y acaparadora formaron un dúo conspirador y quisieron hacerme suyo para siempre y de alguna manera la consiguieron, de ellas es ahora mi corazón. Roto, confundido, atormentado, vago solo por el más estrecho límite del precipicio en el que se ha convertido mi vida. Mis pies resbalaban y, en cualquier momento, la posibilidad de caer a el abismo.
(Música: Violin Concerto ('L'estate', The Four Seasons) for violin, strings & continuo in G minor, Op. 8-2, RV 315- Presto, de Vivaldi. Es algo acelerada esta versión.)
2 comentarios:
La velocidad de la transformación... Me gusta, me gusta.
Gracias Maurice, aunque la tengo que revisar no estoy contento, jajaja. Un abrazo.
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